viernes, 27 de enero de 2012

Quédate hasta el día que lluevan pianos.

Y voy imaginando como sería recibir tu llamada en un lugar donde la cobertura no llega, oír el ruido del motor bajo el balcón de mi habitación mientras la luna me mira desconfiada y la música de extremoduro me canta ‘y a correr, princesa y yo corro pero nunca llego, como en los sueños. Pero después de la espera cruzo mis ojos negros con tu mirada mientras toda la plaza arde, pero nadie se quema. Empieza a hacer calor y el humo sale por tu boca llegando hasta la mía.
Cuando me quiero dar cuenta estoy en la parte trasera de tu moto dejando los kilómetros atrás, chocando con el aire, abrazándote la espalda, nuestros cascos chocan. Una llamada inesperada que me dice `no lo hagas` pero yo rozo tu nariz y me enredo entre tus brazos hasta que la noche por fin llega, porque tú y yo sólo vivimos de luna en eclipse, con brugal en las venas y burbujas en el corazón. Y aunque la noche es la más fría de todo el invierno de este año bisiesto, nosotros sudamos a oscuras quemando el forro de tu abrigo de colores, pellizcándonos la piel para que a la mañana no sea un sueño más del que despertar. Pero diablo no te engañes, sólo es uno más. Porque tú no te puedes olvidar de mí y yo no puedo vivir sin ti.

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